En los tiempos que corren es habitual que, cada pocos años, una persona cambie de puesto de trabajo. Estar siempre en la misma empresa ya parece algo caduco, de otra época, e incluso puede significar poca ambición por parte del trabajador. Los negocios importantes saben que las plantillas van a rotar cada cierto tiempo, y que sus trabajadores van a buscar siempre lo mejor para ellos mismos. Ofrecerles mejores sueldos y condiciones no siempre funciona para retenerles, ya que si el trabajador es bueno de verdad, encontrará a otra empresa que le pague más y mejor. Hay países donde esto está mucho más normalizado, como Estados Unidos, Japón o el norte de Europa. En otros, como Italia, España o Sudamérica, todavía se mantienen esas lealtades hacia la empresa por parte del trabajador, algo que casi nunca sale a cuenta. Y es que uno debe mirar por su propio beneficio y trabajar donde mejor se encuentre, sin pensar en lo que necesita su empresa.
Tal vez sea por ello que en los últimos años han aumentado igualmente el número de trabajadores autónomos. Los profesionales liberales han crecido incluso en las industrias y en negocios donde antes no tenían tanta presencia. Estos trabajadores freelance cuentan con la libertad de escoger sus horarios, y en ocasiones, incluso sus proyectos y clientes. No tienen a nadie encima cuando están trabajando, solo su propia convicción para hacer las cosas lo mejor posible. Incluso en un negocio tan antiguo y “tradicional” como el de los servicios sexuales estamos viviendo una revolución en este sentido. Y viene aupada por la misma razón que en los demás sectores: las nuevas tecnologías y sus innumerables posibilidades. Internet puede parecer algo tremendamente ajeno al mundo de la prostitución, pero las chicas han sabido aprovechar esta herramienta para encontrar mucha más libertad en su trabajo. Una libertad que tiene sus partes buenas y sus partes no tan buenas, sobre todo si la comparamos con trabajar en un burdel, siempre por propia voluntad. Y es que hay grandes diferencias entre ambos perfiles de trabajadoras sexuales, aunque al final el trabajo a realizar sea el mismo.
El trabajo sexual en la actualidad
Existen registros de servicios sexuales pagados desde hace milenios, así que tampoco es exagerado afirmar que la prostitución es uno de los oficios más antiguos. Se basa en algo tan sencillo como la demanda de los hombres por poseer el cuerpo de una mujer y obtener placer del sexo con ella. Cuando las mujeres entendieron que ese privilegio les podía reportar beneficios, como lo hace cualquier otro tipo de habilidad o servicio, no dudaron en sacarle partido.
Las cosas han cambiado mucho en estos siglos, aunque en realidad, la base del negocio sigue siendo la misma. El hombre busca tener sexo y paga por ello si es necesario. Ante esa demanda, hay profesionales que ofertan sus servicios sexuales, de manera más o menos explícita, dependiendo de la legalidad de este negocio en cada país. El trabajo sexual sigue estando marginado y sin regularizar en muchas naciones, pero en otras ya se ha dado el paso para normalizarlo.
La libertad de trabajar por su cuenta
Actualmente, el trabajo sexual cuenta con dos vertientes principales, que en realidad han existido desde siempre, pero se han hecho mucho más notorias en sus diferencias. En primer lugar, las trabajadoras sexuales que trabajan de manera independiente, sin que nadie las tenga a sueldo ni controle lo que hacen. Hablamos en femenino porque la inmensa mayoría de personas que trabajan en este negocio son mujeres. Estas chicas buscaban anteriormente a sus clientes a través de distintos métodos: abordarlos por la calle, colocarse en sitios estratégicos y esperarles… También había muchas que colgaban anuncios en periódicos, por palabras, con un número de teléfono y una descripción muy corta. Aquellos anuncios hoy están en Internet, con fotos, vídeos y muchas más información, sirviendo de gancho para nuevos clientes.
La red ha traído un mundo nuevo de posibilidades a muchos trabajos, sobre todo a aquellos profesionales que buscan llegar de forma más directa a sus potenciales clientes. En el caso de las prostitutas, ahora lo tienen más fácil que nunca, ya que el alcance de sus anuncios es masivo. Existen muchas páginas y plataformas donde colgar estos servicios, y los hombres contactan con ellas directamente tras encontrarlas en esas webs. Muchas no tienen ni siquiera que salir de casa, ya que reciben allí a sus clientes y trabajan en su propio departamento. Esto ha permitido que todo sea mucho más seguro para ellas, sin la necesidad de exponerse en la calle. La libertad de horarios es mayor, y los ingresos van íntegros para la chica, porque ha sido ella la que ha buscado a sus clientes.
La seguridad del prostíbulo
Durante siglos, la mayoría de las mujeres que se han dedicado a la prostitución lo han hecho al amparo de algún lugar cerrado. Podía ser un prostíbulo, una taberna, un burdel o tal vez una pequeña casa en la que vivían juntas, bajo la vigilancia de quien las contrataba. El hecho de poder trabajar por libre es algo relativamente nuevo en este negocio, en tanto que la mayoría de prostitutas eran esclavas de alguien más poderoso. Usualmente, un hombre que las compraba para utilizarlas como trabajadoras sexuales y obtener beneficios con ellas. Eso se sigue dando hoy en día, y por desgracia, las situaciones de explotación son habituales aun en pleno siglo XXI. Pero hay mujeres que, por su propia voluntad, deciden dedicarse al mundo del sexo de pago y hacerlo en un prostíbulo.
Les resulta mucho más sencillo estar unas horas en este lugar y complacer a los clientes que llegan, sin tener que preocuparse de nada más. El prostíbulo se queda con una parte de esos servicios pero ellas no tienen que ocuparse de subir perfiles a Internet, ni de andar agendando las citas. Es además una solución más segura que estar sola en un piso, ante el posible ataque de un cliente violento. La protección de las chicas en este tipo de burdeles es mucho mayor, aunque no dejan de ser un activo para una empresa. Muchas de estas prostitutas terminan lanzándose a la aventura de trabajar por su cuenta.
Legalidad de ambas situaciones
Existen diferentes situaciones legales con respecto a la prostitución, que varían según el país en el que estemos. En muchas naciones europeas, por ejemplo, la prostitución se ha regularizado y ofrecer servicios sexuales es totalmente legal, siempre que se haga de forma individual. Es decir, una mujer puede ser prostituta y llevar a cabo sus servicios por su cuenta, pero está prohibido trabajar para alguien más que saque beneficio de esos servicios.
Esto se considera trata sexual en la mayor parte del mundo. De hecho, en estos países la prostitución se da de manera normalizada, pero los burdeles están prohibidos, precisamente para evitar este tipo de situaciones. Por eso muchas chicas están empezando a trabajar por su cuenta, buscando una mejor manera de vivir de forma autónoma con este trabajo.