Salimos a la calle y revisamos si lo llevamos todo. Las llaves. La cartera. El móvil. Todo en su sitio, aunque, ¿de verdad seguimos necesitando llevar la cartera con nosotros? Hoy por hoy, podemos acudir a muchas tiendas donde pagar a través del propio teléfono, gracias a la tecnología NFC, una forma limpia, segura y sin contacto, algo especialmente importante en estos tiempos de pandemia. Y desde hace un par de años, el sistema Bizum también se está haciendo muy popular para pagos tanto online como en tiendas y restaurantes. Se paga desde la cuenta, como con una transferencia, pero es un pago instantáneo y no se cobran comisiones, por lo que es mucho más efectivo y sencillo. Con este tipo de sistemas, casi podríamos decir adiós a la tarjeta de crédito. Y ni hablar de los billetes y monedas, que para muchos son ya casi como un vestigio del pasado, de otro tiempo, aunque apenas llevemos dos décadas con estas monedas entre nosotros.
El comercio sigue su curso, a lomos de un sistema capitalista que lo ha llevado a convertirse en el centro de toda la vida social, al menos en los países desarrollados. Consumimos todo el día, a todas horas, en casa y en la calle. Ya no es algo restringido a las salidas para hacer la compra o para cenar en un restaurante. Hoy por hoy tenemos los comercios en casa, gracias a Internet, abiertos las 24 horas y ofreciéndonos todo tipo de productos, que hasta hace no tanto eran impensables. Una inmensa variedad a nuestra disposición a través de la ventana de nuestro ordenador, o de nuestro teléfono, que nos permite también pagar desde cualquier lugar del mundo por ese objeto que tanto deseamos, o creemos desear. El comercio sigue activando la economía, el consumo sigue generando más y más demanda, más puestos de trabajo… La rueda no para de girar, porque hemos montado nuestro sistema, nuestra sociedad, sobre este tipo de intercambios. Y no es algo reciente, precisamente, como vamos a comprobar en este artículo.
Los orígenes del comercio
El comercio tal y como lo entendemos, como un intercambio de bienes y servicios entre dos personas o entidades, nace en la Prehistoria, concretamente en el Neolítico, en ese momento concreto en el que el ser humano descubre la agricultura y entiende que puede no solo cosechar alimento y también criar animales, sino almacenarlos. Al tener un excedente de un producto, aquellas primeras tribus se dan cuenta de que pueden intercambiar eso que les sobra por productos que necesitan, que son el excedente a su vez de otras tribus. El inicio del comercio tiene que ver con el trueque, ya que el dinero no existía como tal en aquel momento. Simplemente se llegaban a acuerdos de intercambio de bienes, en los que ambas parten salían beneficiadas.
En esta misma época se estaban creando las primeras sociedades, que iban más allá del propio núcleo familiar. La agricultura permitía a nuestros antepasados asentarse en un lugar determinado, para poder cosechar allí los alimentos que necesitaban. Eso acabo con su parte nómada, al menos en la mayoría de casos, y permitió el crecimiento de pequeñas poblaciones, conformándose así las tribus, que no eran más que el germen de las sociedades actuales. Las tribus convivían entre sí, no sin ciertos roces, por supuesto, puesto que parece que esa parte oscura y violenta siempre ha estado en nuestros genes. Sin embargo, el comercio también ayudó a que estas tribus se pusieran en contacto entre sí, para el intercambio de bienes, lo que permitió el desarrollo de la cultura a un nivel mucho más complejo, por la mezcla de tantas influencias.
Cómo funcionaba el comercio en esta época
Como ya hemos apuntando anteriormente, el comercio en la época prehistórica se limitaba al trueque de bienes entre diferentes personas o tribus. Era un intercambio totalmente directo, sin que el trigo, la fruta o las verduras que se criaban tuvieran un valor concreto y real, más que en comparación con otros productos. Por supuesto, habría fruta de mejor calidad, que seguramente sería intercambiada por mejores productos, y así es como comenzaría el efecto de oferta y demanda. Si muchos desean esos tomates, por ejemplo, su valor crece, ya que hay mucha gente interesada en intercambiarlos y “pagar” lo que sea por ellos. Así, la persona que los ha cultivado tiene en su mano el poder de elegir con quien los intercambia, en una posición favorable.
Gracias a estos primeros trueques, nuestros antepasados pudieron ir perfeccionando poco a poco sus productos, sus mercancías, y ampliando su variedad. Conforme la agricultura se mejoraba, los alimentos eran de mejor calidad, y también se apoyó la ganadería y la cría de animales que pasaron de ser salvajes a domésticos. El comercio, la necesidad de ese intercambio, provocó que las primeras sociedades avanzaran hacia el perfeccionamiento de todo ese intercambio de mercancías, no solo desde la materia prima, sino también creando las primeras rutas comerciales, tanto terrestres como marítimas, cuya función era llevar mercancías de un lugar a otro, buscando nuevos productos que intercambiar. El ser humano ya no era nómada, pero comenzaba a viajar por el comercio, para descubrir nuevos lugares, para entablar contacto con nuevas civilizaciones.
Evolución del comercio
No pasó mucho tiempo, en realidad, desde que se impuso el trueque como primer modelo de intercambio de bienes hasta que aparecieron las primeras formas de “dinero”. En este caso, hablamos de pequeñas conchas, que eran utilizadas ya en varias civilizaciones antiguas como forma de pago, dado que todo el mundo consideraba que tenían un valor determinado. De aquellas conchas se pasó a las piedras preciosas y a los metales como la plata o el oro, que se convirtieron, nunca mejor dicho, en la moneda de cambio de las interacciones económicos ya en tiempos más avanzados, cuando las civilizaciones se habían asentado y debían buscar, además, una manera de generar un comercio a un nivel más global, siempre dentro del territorio que conocían.
El dinero en papel data de la antigua China y se ha ido ganando también un hueco en estos últimos siglos, hasta la llegada, ya en pleno siglo XX, de las tarjetas de crédito y los recursos digitales. Se podría decir que el gran cambio ha llegado en estas últimas décadas, cuando el dinero real ha pasado a conformar una cifra dentro de una cuenta bancaria, o en una pantalla. El comercio ha llevado mucho más lejos toda esa concepción del dinero, y el trueque ya apenas se entiende, porque no da lugar a la expansión como el intercambio de bines y servicios a través del dinero, al que nosotros mismos hemos querido dar el valor que tiene.