En los últimos años, el debate en torno a la prostitución se ha hecho más intenso que nunca. Por primera vez, muchas naciones modernas están analizando la situación que viven las trabajadoras sexuales, con vistas a regularizar su trabajo. En otros casos, la persecución sigue por parte de las propias administraciones, cargando sobre la prostitución y sobre las prostitutas prácticamente todos los males del mundo. Es algo injusto, como poco, pero ya sabemos cómo funciona la sociedad actual. Cuando algo puede suponer un problema, aunque sea en parte, se rechaza y se deja a un lado, como para que no moleste a la vista. Con la prostitución se está siendo especialmente hipócrita en muchos sentidos, porque con la intención de “proteger” a las mujeres obligadas a llevarla a cabo, se intenta arrasar con todo el negocio. Y hay muchas chicas que sobreviven de esto, por su cuenta, sin estar esclavizadas ni mucho menos.
El debate está abierto, pero lejos de ser justo y coherente, los bandos parecen más interesados en ofrecer la imagen perfecta ante la sociedad. En la parte conservadora, obviamente la moral está por encima de todo, y no se entiende que el sexo pueda ser un servicio como otro cualquiera. En el plano más liberal, las tensiones dentro de la propia teoría regularizadora son patentes. Algunos solo intentan aprovecharse del tirón económico del sexo de pago, dejando a un lado los intereses de las chicas. Otros sí que parten de la base de que estas mujeres deben poseer derechos laborales y retribuciones, como cualquier otro trabajador. Las posiciones encontradas se dan incluso dentro de un mismo movimiento, como el feminismo. Hay mujeres que no entienden cómo una chica puede llegar a vender su cuerpo por dinero, y lo consideran una forma de explotación, sea obligada o consensuada. Para muchas otras, la prostitución supone una forma de empoderamiento, de permitir que la mujer haga con su cuerpo lo que desee, incluso alquilarlo por un rato de placer a cualquier hombre que pague. Las teorías y las razones están sobre la mesa pero, ¿debería el sexo ser una actividad totalmente legal?
La prostitución en la historia
Antes de entrar de lleno en el debate, es justo contextualizar un poco la profesión, para entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. La prostitución ha generado, a lo largo de la historia, mucha polémica. Sin embargo, nadie puede negar que se haya dado en prácticamente todas las civilizaciones y culturas a lo largo de estos siglos. Desde las más antiguas a las más modernas, desde las más liberales a las más conservadores. El sexo de pago siempre ha sido un servicio común, tanto ofrecido como aceptado por hombres de todo pelaje y condición. No siempre ha sido tan mal visto, como ocurría con las prostitutas sagradas en la Antigüedad, o con las cortesanas en una época más reciente.
Si algo podemos sacar en algo de todo esto es que la prostitución seguirá existiendo allá donde haya alguien dispuesto a vender su cuerpo por dinero, y otra persona para comprarlo. Puede resultar casi desagradable reducirlo todo a esos componentes, pero no podemos obviar la realidad. Los tiempos cambian, el sexo y su percepción también lo hacen, pero solo hay que comprobar que la prostitución se ha seguido dando en todas las épocas, y sería complicado eliminarla a estas alturas. Eso no significa que se deba dejar la situación como está. En muchos países, las chicas son obligadas a prostituirse, un delito que hay que seguir persiguiendo. Pero también dotar de herramientas a esas chicas que entran por su cuenta en este negocio, para que puedan buscar alternativas. Y en caso de que prefieren quedarse como prostitutas, que tengan la seguridad de poder trabajar con derechos, como todo el mundo.
El sexo como un servicio más
Las mujeres que deciden convertirse en amantes profesionales lo hacen porque sienten que es un buen negocio, que pueden ganar dinero, más que en trabajos habituales. Esta es una de las razones principales para entrar en el mundo del sexo de pago, aunque evidentemente, la pasión y la curiosidad también cuentan. Ellas entienden que el sexo es un servicio más, como quien pone su mente a trabajar para resolver un problema informático, o quien realiza una mudanza, con toda la carga que eso supone. El ser humano hace tiempo que utiliza todo su cuerpo en este tipo de tareas, solo que en el tema del sexo estamos tocando algo más peliagudo, un tabú moral, realmente. Esa es la única diferencia entre el sexo y cualquier otro oficio, algo que está marcando, desde siempre, la relación de las prostitutas con la sociedad.
Países que han legalizado el sexo de pago
En las últimas décadas, algunos países han tomado la determinación de hacer algo con esta situación. La prostitución ha sido ilegal en buena parte del planeta, mientras que otras naciones no tenían una legislación específica sobre el asunto. Eso significa que este trabajo se enmarcaba en un peligroso limbo de alegalidad, donde las chicas trabajaban fuera del sistema, sin ser perseguidas, pero sin tener derechos. En países como Alemania, Austria o Países Bajos, la cosa está cambiando a un ritmo acelerado. Todos ellos decidieron legalizar la prostitución, siempre que fuera por cuenta propia y no por obligación, y darles recursos a las trabajadoras sexuales.
Esta tendencia se ha expandido también a otros países, de Europa y América. La situación de las escorts en estas naciones, al menos sobre el papel, es mucho mejor que antes. Sin embargo, los estudios han demostrado que no ha habido un gran cambio en la percepción de la prostitución por parte de la sociedad. Las chicas siguen viéndose marginadas, a pesar de ser trabajadoras legales como otras cualquiera. Algunos sectores incluso han apuntado al peligro de que esta laxitud con la prostitución, que al final no es tal, acabe con un aumento de la trata de esclavas. Los datos no sugieren tal cosa, ni siquiera en los países donde estos servicios son legales.
¿Qué problemas puede ocasionar?
El sexo de pago utilizado como un servicio más puede traer beneficios interesantes tanto para las trabajadoras sexuales como para la propia sociedad. En términos de impuestos, mejora de la visibilidad de estas mujeres, sacarlas del riesgo de exclusión social… Pero también hay voces que apuntan a los problemas que esta legalización puede acarrear. Empezando por el aumento de esclavas sexuales, obligadas por proxenetas bajo el amparo de la propia ley. Se debe ser tremendamente riguroso en ese sentido, a la hora de dictaminar cuando la chica trabaja porque quiere y cuando es obligada. También se alerta sobre el aumento de ETS, si la prostitución se vuelve legal y se hace más popular. La manera de ganar dinero rápido y fácil puede llevar a las jóvenes a tomar decisiones de las que luego se arrepientan. Sin embargo, esto es algo que ya ocurre en nuestro mundo, con el porno o con Onlyfans, por ejemplo, sin necesidad de acudir directamente a la prostitución.